sobre la oportunidad que tenemos de hacer historia. Tú, yo, él y unos cuantos millones de pringaos más.
-... y nos refugiábamos en el
campanario, que seguía sonando mientras caían las bombas. Pasaba mucho miedo y
las campanas me daban mucho respeto. Me tapaba los oídos muy, muy fuerte ¡qué
ruido! Acababa siempre con dolor de cabeza. - No era la primera vez ni sería la
última que mi abuela me contaba la anécdota del campanario, una de tantas de
las historias de la guerra. A mí, que me contase lo que quisiese, que me
parecía harto interesante. Por entonces tenía seis años y estos relatos, para
mí y para muchos de generaciones colindantes, fueron las primeras nociones
históricas que tuvimos.
-Yaya, ¿Cuándo será la próxima
guerra?-
- ¡Ay, calla!
Nunca, si Dios quiere.-
La manera en que se narraban esos
relatos me había dado una visión de la historia cíclica. La guerra parecía algo
que tenía que suceder en la vida de uno. Naces, vas al colegio, trabajas,
tienes hijos, pasas una guerra, nietos, y mueres. Algo normal, rutinario.
Luego vas al colegio y en clase
de historia te enseñan los acontecimientos como algo lineal, como si el
fenómeno de acción-reacción se distribuyese en parejas y se desvaneciese. De
hecho están organizados en temarios y una vez te examinas de uno te puedes
olvidar de él para abordar el siguiente. Para finiquitar, la Gran Cagada, o la
Gran Guerra, causó la Segunda Guerra Mundial y de ella nuestra sociedad
aprendió a no cometer los mismos errores de nuevo. Todos amigos tras la
creación de la Unión Europea y al malo localizado, definido e identificado; y
por si acaso, caricaturizado. Eso y el temario de la transición española que
nunca se llegaba a dar en clase (coincidía con los primeros rayos de sol de
verano) eran las nociones históricas más relevantes de nuestro tiempo y
geografía. Franco ha muerto y el bando de los buenos bien definido, todos
tranquilos y felices. Lo siguiente, San Mateo.
Pero nada es tan simple, y menos la historia. No importa
cuán lejos en el tiempo se sitúe un suceso que aún hay divergencias. Pero el
libro de texto el mismo para todos, igualdad de oportunidades. Las estrategias
bélicas caducan y reinventan. Las amenazas evolucionan pero no desaparecen.
Quién sabe a qué se enfrenta nuestra generación, la del internet. Lo más
paradójico de la crisis en que nos encontramos hoy en día es que ya no hay
grupos que se pelean y se matan, si no que estamos en un enfrentamiento
simultáneo entre todos los individuos del planeta. Mi opinión ante esta crisis
o cualquier otra es que dudo mucho que estemos preparados, creo que somos la
generación menos preparada de la historia. Viene una hostia.
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