"Irlanda es como la pintan, nunca mejor dicho. Pero yo quiero contar mi versión. Lo bueno y lo malo. Lo que me hace gracia. Y no pienso abrir artículo hablando del clima. Que por cierto es una mierda."

viernes, 17 de abril de 2020

Un atarceder en Galway

Y la pérdida del individuo frente a la masa entre la basura

Galway, ciudad universitaria. Destino alcohólico y de consumo. Ambiente joven y cultura irlandesa, rozando los límites de la invasión turística pero sin llegar a convertirse en un Carroll`s gigante como Dublín. Mi visita nada tiene que ver con los aspectos anteriores. Haciendo uso del eficiente y lustroso transporte del país me había levantado a las cinco de la mañana e iba a volver cerca de las once de la noche a Westport tras haber hecho un examen de apenas media hora en Limerick. El segundo trasbordo del día en Galway coincidía con la hora de la dinner. Hacía sol, ese era el milagro, así que me compré comida para llevar y me he fui a la costa. El atardecer se presentaba interesante. Intento hacer una foto con él móvil con la última raya de batería, el resultado deja mucho que desear así que me aumenta la mala hostia que traía desde Limerick. Pero aquí me encuentro.

Respecto al último tramo que me ha traído a este plácido lugar he atravesado la zona del Spanish Arch situado en la desembocadura del río. Un día soleado como este tras la temporada de exámenes los estudiantes se apiñan en grupos inundando la orilla con su juventud. Según iba avanzando tratando de no pisar a los jóvenes adultos me percato de que es difícil ver el suelo de la mierda que hay. Bolsas de plástico, latas de cerveza, botellas... Estas generaciones que festejan rodeadas de su propia mierda son, junto a gran parte de la población, los que ocultos tras las pantallas de sus dispositivos se preocupan por el Amazonas y se horrorizan cuando se destina dinero a Notre Dame. Todo eso dejando la bolsa de crisps vacía a dos palmos del mar. Pero lo peor que me estaba encontrando no es la absoluta hipocresía y pasotismo ante el medio ambiente, sino la banda sonora que me estaba acompañando en mi travesía. Gracias a los móviles o de los bluetooth speakers cada pequeña colmena se estaba montando su propia fiesta. Pero todos y cada uno de los grupos escuchaba la misma mierda. Trad, Pop moderno, ni idea, como lo llamen. Como cinco veces en treinta metros me pareció oír a Billie Eilish. Sin distinción entre grupos o individuos respiré feliz al acabar de atravesar la masa uniforme de gente y basura. 

De todas formas agradecer al pésimo y bullicioso panorama que me hizo andar más lejos y llegar a la zona de la playa donde no había ni dios.  En ese momento que estaba en el humor ese de que no se me acerquen ni niños ni perros, opté por la medicina natural. Mirar las vistas.

Sin ningún dispositivo de captura de imagen no me queda sino describir el cuadro. Si tuviera que describirlo con un sentimiento diría que me duele más el no haber traído la cámara que el haber perdido el autobús por pava con el cual estaría ahora ya en mi casa. Si tuviera que describirlo con palabras diría que el mar es rosa, el cielo se dibuja en líneas, que nunca había visto antes ese azul y que la gente no son más que lejanas siluetas a contraluz, que es como si no las viera lo que me satisface enormemente al estar cansada hoy del género humano.

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