Y la pérdida del individuo frente a la masa entre
la basura
Galway, ciudad universitaria.
Destino alcohólico y de consumo. Ambiente joven y cultura irlandesa, rozando
los límites de la invasión turística pero sin llegar a convertirse en un
Carroll`s gigante como Dublín. Mi visita nada tiene que ver con los
aspectos anteriores. Haciendo uso del eficiente y lustroso transporte del país
me había levantado a las cinco de la mañana e iba a volver cerca de las once de la
noche a Westport tras haber hecho un examen de apenas media hora en Limerick.
El segundo trasbordo del día en Galway coincidía con la hora de la dinner.
Hacía sol, ese era el milagro, así que me compré comida para llevar y me he fui
a la costa. El atardecer se presentaba interesante. Intento hacer una foto con
él móvil con la última raya de batería, el resultado deja mucho que desear así
que me aumenta la mala hostia que traía desde Limerick. Pero aquí me encuentro.
Respecto al último tramo que me
ha traído a este plácido lugar he atravesado la zona del Spanish Arch situado
en la desembocadura del río. Un día soleado como este tras la temporada de
exámenes los estudiantes se apiñan en grupos inundando la orilla con su
juventud. Según iba avanzando tratando de no pisar a los jóvenes adultos me
percato de que es difícil ver el suelo de la mierda que hay. Bolsas de
plástico, latas de cerveza, botellas... Estas generaciones que festejan
rodeadas de su propia mierda son, junto a gran parte de la población, los que
ocultos tras las pantallas de sus dispositivos se preocupan por el Amazonas y
se horrorizan cuando se destina dinero a Notre Dame. Todo eso dejando la bolsa
de crisps vacía a dos palmos del mar. Pero lo peor que me estaba
encontrando no es la absoluta hipocresía y pasotismo ante el medio ambiente,
sino la banda sonora que me estaba acompañando en mi travesía. Gracias a los
móviles o de los bluetooth speakers cada pequeña colmena se estaba
montando su propia fiesta. Pero todos y cada uno de los grupos escuchaba la
misma mierda. Trad, Pop moderno, ni idea, como lo llamen. Como cinco veces en
treinta metros me pareció oír a Billie Eilish. Sin distinción entre
grupos o individuos respiré feliz al acabar de atravesar la masa uniforme de
gente y basura.
De todas formas agradecer al
pésimo y bullicioso panorama que me hizo andar más lejos y llegar a la zona de
la playa donde no había ni dios. En ese
momento que estaba en el humor ese de que no se me acerquen ni niños ni perros,
opté por la medicina natural. Mirar las vistas.
Sin ningún dispositivo de captura de imagen no me queda
sino describir el cuadro. Si tuviera que describirlo con un sentimiento diría
que me duele más el no haber traído la cámara que el haber perdido el autobús por
pava con el cual estaría ahora ya en mi casa. Si tuviera que describirlo con
palabras diría que el mar es rosa, el cielo se dibuja en líneas, que nunca había
visto antes ese azul y que la gente no son más que lejanas siluetas a contraluz,
que es como si no las viera lo que me satisface enormemente al estar cansada
hoy del género humano.
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