"Irlanda es como la pintan, nunca mejor dicho. Pero yo quiero contar mi versión. Lo bueno y lo malo. Lo que me hace gracia. Y no pienso abrir artículo hablando del clima. Que por cierto es una mierda."

viernes, 14 de octubre de 2022

Una maleta de colores.

Todo es gris, hasta que hay luz.


-¡Mi calcetín! ¿Dónde demonios está mi calcetín?-

Miró otra vez debajo de la cama y al volverse vio por fin su prenda. Con un respingo se dirigió hacia su compañera de cuarto, esta llevaba puesto su calcetín. Se lo quitó fácilmente ya que tenía el pie en el aire debido a la silla de ruedas.

- Mira que eres pilla, Antonia! Casi me haces coserle los cojones a San cucufato!- Antonia se entristeció al verse sin calcetín.


Con una alegría que ni un chiquillo con zapatos nuevos completó su maleta, no sin antes coger dos toallas con la firma “Residencia Plácido” y revisar que no se olvidaba de ninguno de sus potingues y perfumes. 

Antes de salir Lola se miró en el espejo y vio su viejo pero alegre rostro. Lo observó y su gesto se tornó serio, algo no estaba bien, entonces se repintó las cejas, volvió a sonreír satisfecha.


Lola miró el reloj -¡Justo a tiempo!- agarró su maleta con energía, se puso su gorro de policromado, y salió por la puerta.

-¡Adiós Antoñita!, vendré a visitarte!,¡O, no! ¡Quién sabe!-.


Atravesó el pasillo con su gran abrigo de colores cual arcoiris. Dos abuelos se apartaron temblorosos asustados ante tanto grito -¡Adiós Manolo!, ¡Adiós, Remedios!-, pero se relajaron y sonrieron al ver aquella bola de color que siempre acababa siendo Lola.


- ¡Lola, espera!- Una abuelita regordeta la llamaba casi sin aliento.

- ¡Vicenta! ¡Por fin me voy!- 

- Así que te vas, así de repente...-

- Vendré a verte, o tú podrás venir a verme. Pero necesito que cuides las flores, seguro que cuando me vaya no las cuidará nadie...- A Lola le invadió la tristeza al pensar en su pequeño arbolario, el cual se resumía en tres macetas que se apretujaban en la única ventana del comedor.

- Como se que te gustan las flores te he hecho esto- Vicenta le enseñó lo que llevaba en la mano. Era un pañuelo con bordados de muchos colores, lleno de flores de todas las formas posibles- Así te llevas tu jardín.


Lola y Vicenta se abrazaron ¡Estaba tan ilusionada pero a la vez tan triste!


- ¿Se va usted, Lola?- le preguntó uno de los auxiliares con tono infantil y con la voz muy alta. Lola nunca se había acostumbrado a que les tratasen como a niños, pero a ella le daba igual, ella se iba para no volver.

- Sí, ¡me voy! Y llego tarde.- contestó Lola - ¡Adiós, a todos!- se volvió a saludar hacia el hall, le oyeron cinco, dos le devolvieron el saludo a tiempo y uno tarde, cuando ya se había ido por la puerta.


Lola, como siempre, caminó observando los campos de trigo hasta llegar a una plaza con una fuente. Allí se sentó ilusionada y feliz a mirar el reloj como tantas otras veces. Los del pueblo ya se habían acostumbrado a verla allí cada semana, una motita llena de color sentada en esa fuente gris. Como tantas veces, Lola se quedó allí hasta tarde, hasta el atardecer. Como si el sol se llevase sus recuerdos Lola nunca preguntaba a dónde la llevaban cuando la furgoneta de “residencia Plácido” la venía a buscar para llevarla de vuelta.

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