"Irlanda es como la pintan, nunca mejor dicho. Pero yo quiero contar mi versión. Lo bueno y lo malo. Lo que me hace gracia. Y no pienso abrir artículo hablando del clima. Que por cierto es una mierda."

jueves, 25 de junio de 2020

Experiencia Fantasma

Había muerto en un accidente de coche. Estaba felizmente transitando los 27 cuando sucedió. Mi alma y conciencia han regresado a casa en la cual me encuentro en arresto domiciliario, donde iba a pasar largos años de penitencia.

Aunque fuera verano, lo sabía por las ropas, por lo que habla mi familia o, simplemente, por la fecha, para mí el exterior siempre es otoñal y frío. Un cielo gris nublado viste a la calle de blanco y negro. Si decido alejarme de la casa lo que me encuentro es un eterno descampado poblado por algún árbol muerto, seco y solitario. La tierra es ceniza.

Estoy presente para mi familia. Pueden verme. Puedo incluso hablar con ellos. El tiempo para mí funciona diferente y los meses pasan sin que yo tenga conciencia de ello. Pese al consuelo que es poder interactuar con mi familia el luto por mi pérdida se ha ido desvaneciendo lo que hace que cada vez presten menos atención a mi presencia. El dolor va dejando paso a la vida.

Soy un ser sin propósito. No tengo metas ya que no las puedo cumplir. No tengo problemas ni estrés. Nada que contar más que recuerdos. ¡Tenía tantos proyectos!, ¡tanto que hacer todavía! Ahora ya no hay nada de eso.

Mi hermano y mi padre hablan de trabajo, mi hermano ya tiene su familia y preocupaciones. Mi madre está ocupada con mi nueva hermana, un bebé nacido tras mi ausencia. A mí solo me queda alimentarme pasivamente de su felicidad y observar impotente cuando están tristes. Y sin sueños que cumplir.

Entonces comprendí que era un alma en pena.

Comprendí que la barrera que se extendía entre los demás y yo era más fuerte que la distancia o el tiempo. Era la vida y la muerte, estaba sola dentro de otra realidad en el mismo sitio. La sensación extrema de soledad y falta rumbo me estaban hundiendo en la melancolía.

Decidí que quería volver a vivir. Algo en mi concepción de la realidad me decía que tenía la opción de acabar con esto. Me concentré para revivirme, en recuperar mi cuerpo. Empecé por mi brazo intentando que apareciese carne sobre el contorno de mi alma traslúcida. Unos huesos secos aparecieron, ennegrecidos. El músculo empezó a crecer a tiras pero parecía cecina. El proceso se quedó a mitad pese a mis esfuerzos con esa especie de rama seca que tenía ahora por brazo. Algo no estaba saliendo bien y entonces lo comprendí: no podía volver a la vida. No era posible. Estaba muerta.

En ese momento me desperté.
 “¿Qué cojones?”